El punto de partida es el atomismo elemento que también se encuentra presente en los plantos de Parménides, tal como señala Aristóteles:
Algunos filósofos antiguos creyeron que lo que es debe ser neceariamente uno e inmóvil; ya que siendo el vacío no-ente, no podría existir el movimiento sin un vacío separado (de la materia), ni existir una pluralidad de cosas sin que algo los separe (...) Pero Leucipo creyó tener una teoría que, concordando con la percepción de los sentidos, no hacía desaparecer el nacimiento, la corropción, en movimiento ni la pluralidad de los seres." (Aristótles, sobre la generación y la corrupción)
Leucipo, aparentemente, pese a que hay quienes dudan de su existencia, habría sido el maestro de Demócrito. En esta línea se observa entonces que el planteo es similar al que aparece ya en Empédocles y Anazagoras: salvar la apariencia del mundo, esto es su movimiento y pluralidad, salvar el valor de la experiencia sensible, pero sin dejar de respetar los principios del eleatismo. La solución buscada difiere este caso en un solo aspecto: admitir que el vació o "no ser" y negar todo tipo de fuerazas distintas en la materia.
El mundo consta de infinitas partículas indivisibles (átomos) que son sólidas, llenas, inmutalbes, de modo tal que cáda átomo posee las características atribuídas por Parménides al "ser".
Pero a diferencia de éste, para Demócrito, los átomos son infinitos en número. Por otra parte, los átmos carecen de caulidades sensibles y sólo se distinguen entre sí por la figura (A difiere de B), el orden (AB difiere de BA) y la posición (A difiere de Z).
Los átomos poseen moviento propio y espontáneo en todas direcciones y chocan entre sí. El choque puede tener consecuencias diverdad: o bien rebotan y se separan, o bien, se "enganchan" entre sí, gracias a sus figuras diversas. Se producen entonces torbellinos de átamos que originan mundos infinitos, engendrados y perecederos.
Los átomos explican de esta forma la multiplicidad de los seres, el movimiento y la generación, destrucción. Pero se necesita un segundo principio: el vacio (o el no-ser). El vacío es lo que explica la multiplicidad, ya que es lo que separa a los átomos; y explica el movimiento, porque si no hay vacío no puede haber ni choques ni desplazamientos.